Al parecer en México, las cosas son más siniestras de lo que parecen. En muchas partes del país circula una antigua creencia, la cual aplicaba para la construcción de edificios muy grandes o que debían resistir los embates climáticos.
Dicho mito indica que para que no caiga una gran construcción, en esta se debe derramar sangre.
A lo largo del tiempo se creía que, en edificios, estadios, puentes o cualquier tipo de mega construcción, se realizaban sacrificios humanos para asegurar su fortaleza, usando los cuerpos moribundos de las personas sacrificadas y emparedándolos en los cimientos a modo de ritual.
No obstante, algunas veces estos rituales se hacían por tradición y el miedo a que la persona responsable de la construcción fuera visitada por el Diablo, ya que este al ver las construcciones vulnerables ofrecía en pacto la vida y sangre de algunos inocentes por la seguridad de cientos.
Estos hechos, dieron lugar a cientos de leyendas que se contaron por todo México, pero la más impactante es la de “Los niños emparedados”.
Corría el año de 1863, cuando comenzaron la construcción de la cortina de la gran presa en San José, San Luis Potosí, dirigidas por el ingeniero José María Siliceo. Esta presa construida por personas de alto poder adquisitivo en conjunción con el gobierno, remplazaría a la presa de “La Constancia”.
Como se mencionó, en la época de su construcción el espiritismo y la superstición tenían una gran influencia en las personas, a pesar de estar involucradas en el proyecto personas de la alta sociedad, se vieron preocupadas por la resistencia de la presa y ordenando que se hiciera todo lo posible para garantizar su resistencia, así, bajo el consejo de un brujo, el ingeniero de la obra y los políticos involucrados estuvieron de acuerdo que se tenían que perder vidas, las cuales como requisito, debían ser almas inocentes.
Ordenaron a los trabajadores de la obra que juntaran tantos niños como pudieran, algunos fueron atraídos con la promesa de recibir golosinas y otros simplemente arrebatados de las calles del pueblo entre gemidos y gritos.
Una vez que reunieron la suficiente cantidad de niños, los rodearon de ladrillos y estos fueron emparedados vivos entre los cimientos de la presa, no sin antes dejarles golosinas para calmarlos en su eterno encierro.
Finalizada la construcción, el brujo dijo que aquellas almas inocentes, llorarían para proteger al poblado cuando la presa se fuera a romper y así la gente sabría que era el momento de huir.
El tiempo paso y como es de esperarse los pobladores olvidaron aquel trágico acontecimiento, pero la tragedia llegaría nuevamente a sus vidas. Una tranquila noche, el 14 de septiembre de 1933, los habitantes de aquel poblado cercano a la presa, escucharon en el aire profundos gemidos, sollozos y lamentos fantasmales que provenían de la presa, las autoridades escépticas, reconocieron aquel escalofriante fenómeno, pero no actuaron ante el aviso.
Una hora antes de la media noche, la muerte llego en forma de agua y como los sollozos de las almas de los inocentes avisaron, la antigua presa de “La Constancia”, que se encontraba más abajo, se rompió y muchas personas perdieron la vida tras la tragedia.