Todo lo que nos ocurre en la infancia nos marca de una manera buena o mala, por eso es importante contar con un buen desarrollo emocional.
Los problemas se hacen evidentes cuando el sujeto en cuestión, vive en un entorno poco favorable, sumado en ocasiones con una predisposición genética a determinados trastorno que derivan a menudo en serios problemas de conducta.
En la década de los 80, una pequeña niña de 6 años llamada Beth Thomas, tenía atemorizada a toda su familia.
Su historia comienza cuando perdió a su madre a la corta edad de 1 año, quedando desprotegida y junto con su pequeño hermano Jonathan bajo la tutela de su padre biológico y en ese momento, empezaría un verdadero calvario.
El padre de estos 2 niños, abusó sexualmente de ambos, además de dejarlos sin comer por extensos periodos de tiempo, el rápido deterioro de los menores fue algo que detectaron los médicos, quienes pusieron en alerta a las autoridades y después de seis largos meses, una asistente social se hizo cargo de ellos y fueron puestos en adopción.
Pasado un tiempo, una pareja que había estado años intentando concebir sin éxito, decidieron adoptar a Beth y a su hermano, por lo que los dos pequeños fueron recibidos con esperanza y gran afecto; sin embargo, Beth empezó a tener unas pesadillas muy concretas.
Las pesadillas de la pequeña trataban sobre un hombre que se “caía encima suyo y la hería con una parte de él”. En adición, Beth manifestaba conductas violentas hacia su hermano, sus padres y animales, a estos últimos llego hacerles tanto daño, al grado de matarlos.
Además de ira, también encontraron que Beth manifestaba conductas sexuales inadecuadas, la niña se masturbaba públicamente y de manera excesiva, llegando a producirse sangrado; estos hechos sumados, hicieron considerar a los padres necesario acudir a un psicólogo.
Durante el transcurso del diagnóstico y la terapia psicológica, el Dr. Ken Magid, un psicólogo clínico especialista en el tratamiento de niños víctimas de severos abusos sexuales; graba una entrevista realizada a Beth, descubriendo los escalofriantes diálogos que presentamos a continuación.
Beth admitió, en sus conversaciones con el Dr Ken y con total frialdad, haber maltratado a su hermano, azotando su cabeza contra el suelo, clavándole alfileres en todo el cuerpo y en sus partes íntimas, estirando y pateando sus genitales; incluso llegó a explicar que una vez lo intentó matar y solamente paró debido a que sus padres la descubrieron.
Admitió que también había pensado seriamente en matar a sus padres en varias ocasiones y que maltrataba a sus mascotas habitualmente. No contenta con eso, llegó a matar a varios animales que merodeaban por el patio de su casa.
Ante todos estos hechos que la niña iba relatando, reconoció no sentir ningún tipo de remordimiento ni culpa, su tono de voz en todo momento era frío y calmado, como si estuviese explicando cualquier anécdota trivial.
Cuando le preguntaron sobre el motivo por el cual actuaba de esta forma, respondía que quería hacer sentir todo lo que ella sintió en el pasado, durante los abusos de su padre.
Asimismo, cuando el doctor le preguntó si ella era consciente de que estos actos producirían sufrimiento en las otras personas, admitió con total serenidad que sí, que era eso precisamente lo que deseaba.
Al finalizar la entrevista, el Dr. Magid obtuvo la información suficiente como para llevarlo a decidir que por el bien de Beth era mejor internarla, de esta manera, fue diagnosticada con un trastorno del apego que le impedía mantener relaciones sanas con las demás personas.
El tratamiento que le impusieron a la niña fue muy estricto, diseñado para niños con su mismo trastorno, a los cuales les es muy complicado respetar reglas y hábitos. Durante la noche, y para impedir que lastimara a otros niños, Beth era encerrada en una habitación.
Asimismo, debía pedir permiso para todo, desde ir al baño hasta para beber agua.
Con el paso del tiempo, las restricciones fueron siendo menos estrictas y Beth fue
mejorando progresivamente.
Al cabo de los años, Beth logro ser una persona con capacidad para empatizar y estar consciente de las consecuencias de sus actos; obviamente, su aparente ‘maldad’ tenía su génesis en el continuo maltrato del que fue víctima.
Hoy día, Beth lleva una vida normal y trabaja como enfermera, sus méritos profesionales le han hecho merecedora de varios galardones.
Esta es sin duda una intrigante historia que ha impactado fuertemente al mundo y que no ha
dejado indiferente a nadie.
Cuéntanos en los comentarios, ¿Qué hubieras hecho al escuchar a la pequeña Beth mencionar que desearía matarte?