John Calhoum, se doctoró en biología y en uno de sus primeros trabajos se le encargó estudiar el comportamiento de las ratas ya que, en Baltimore, a mediados del siglo XX tenían un importante problema con ellas.
En uno de los primeros experimentos del investigador, decidió construir una ciudad para las ratas de unos 250 metros cuadrados; colocó unas cuantas parejas y espero a que se reprodujeran estimando una población final de 5,000 ratas. Pero nada de eso, no superó los 150 habitantes y además estos se comportaban de forma muy extraña.
Si las ratas tenían todo lo que necesitaban, ¿por qué no explotaba su población como ocurría en la ciudad de Baltimore? Construyó otra ciudad artificial para los roedores, aún más grande y más compleja, luego otra, y otra hasta que empezó a incorporar habitáculos, sitios para dar de comer a más ratas, espacios más cómodos, todo para hacerlas felices.
Estos animales estaban en un hermoso paraíso y sólo tenían que vivir mientras John Calhoum se dedicaba a observar desde arriba y darles todo lo que necesitaban.
Sin duda, el más notable de los experimentos que hizo el científico es El Universo 25.
El 9 de julio de 1968, en el Instituto Nacional de Salud en Bethesda, Maryland, el doctor John Calhoum pudo experimentar lo que le puede ocurrir con una sociedad cuando se condena a si misma por la sobresaturación; todo ello en un lugar “perfecto”, colocó 8 “afortunados” ratones, 4 machos y 4 hembras seleccionados de entre los ratones más saludables del laboratorio; en una especie de caja de no más de siete metros cuadrados en total, estos estaban provistos de comida, refugio y todo lo necesario para vivir, sin ningún peligro externo como depredadores en lo que podríamos llamar un paraíso para ratones.
Era básicamente una utopía Y como suele ocurrir cuando las condiciones son óptimas, la población comenzó a crecer, en tan solo unas semanas nació la primera generación de ratones. A partir de ahí, cada dos meses la población iba duplicándose, De 10 ratones a 20, luego 40, después 80 y así, todo ello mientras John Calhoum seguía alimentándolos y dándoles el sustento necesario para que simplemente vivieran en las mejores condiciones posibles.
Para agosto de 1969 la población ya era de 620 ratones y comenzaron los problemas; a medida que las nuevas generaciones llegaban a la edad adulta muchos ratones no podían encontrar parejas o un lugar jerárquico en la sociedad.
Las hembras se quedaban autoaisladas y solas en las zonas superiores donde daban a luz y los machos por su parte merodeaban por el centro de la caja cerca de la comida.
Las “familias” movían sus nidos de forma constante para evitar a los vecinos con los que dejaban de llevarse bien. Así mismo, cada vez expulsaban del nido a sus padres a una edad más temprana.
Con todo esto la población dejó de crecer a un ritmo tan rápido; los ratones se mordían entre sí por el estrés del poco espacio disponible y casi todos presentaban alguna herida por estas constantes luchas empezando así el colapso.
Los individuos de esta sociedad, comenzaron a cambiar su actitud y comportamiento con el tiempo, hasta que finalmente se negaban a luchar y se limitaban a comer y dormir, dejando incluso de reproducirse.
Fue en mayo de 1970 cuando nació el último de los ratones; no habían pasado ni dos años desde que comenzó el experimento. Desde el nacimiento del último ratón la población no hizo más que disminuir, hasta que en 1973 la última alma pereció.
Gradualmente la utopía se había convertido en una distopía.
Buscando paralelismos con el humano, ese mismo año John Calhoum publicó su investigación sobre Universo 25 bajo el título “Death Squared: The Explosive Growth and Demise of a Mouse Population”; en ella el investigador advierte desde el principio que hablará de ratones, pero sus pensamientos están en el hombre y que busca extrapolar estos comportamientos y tendencias a lo que ocurre en nuestras sociedades, ciudades y hasta países.
En futuros experimentos, quiso encontrar también la solución al problema; afirmaba que había solucionado la situación “del cuerpo” ofreciendo todos los bienes materiales para los roedores, pero no la “del espíritu”. Por lo tanto, en experimentos posteriores probó a estimular la creatividad y el bienestar de los ratones dentro de sus universos, nunca llegando a mantener una utopía permanente.
En esencia, su experimento explica cómo se puede dar un colapso en el comportamiento de los individuos en una sociedad, así como el cambio del mismo debido a la superpoblación.
¿Se puede extrapolar esto a los humanos?
En primer lugar, habría que ver si podemos conseguir una superpoblación real dentro del mundo ya que los datos han mostrado que las naciones donde hay un supercrecimeinto por una alta tasa de natalidad al final tienden a estabilizarse.