Duat, Gehena, Tártaro, son solo algunos de los nombres con los que se conoce el infierno; al parecer es a estos lúgubres sitios a donde pretenden ir las almas después de haber cumplido su ciclo de vida.
Afortunadamente para nosotros los vivos, no hay manera de saber a dónde irá nuestra alma una vez que muramos, no existen ventanas o conductos que nos muestren el más allá; ¿O sí?…
En agosto de 1971, María Gómez Cámara, quien vivía en Bélmez, España, se encontraba en su cocina, removía unos pimientos fritos del fogón, al hacer esto un escalofrío recorrió su cuerpo y se sintió observada, reviso todo a su alrededor, cuando una oscura y misteriosa mancha en el suelo le llamó fuertemente la atención; al parecer esta se asemejaba a un rostro humano.
Presa del pánico, María llamo a sus vecinos, quienes dieron fe, de que aquella mancha con toda claridad era la figura de un rostro humano que emergía del suelo de cemento.
Cinco días después de aquel espeluznante suceso, María llamó a un albañil que raspo la superficie en donde se asomaba aquel siniestro rostro y para su tranquilidad lo cubrió con más cemento para así, dejar aquel traumático suceso en el olvido.
Sin embargo, cuál sería su asombro cuando unos días después surgió otra siniestra imagen en el mismo sitio, del piso se asomaba un rostro aparentemente de un varón, con los ojos y la boca abiertos y unos largos trazos oscuros a modo de bigotes.
En los días siguientes a este escalofriante suceso, nuevas y misteriosas caras se añadieron a la inicial, surgieron en el suelo de la cocina y el pasillo de la casa. Aparecían y desaparecían sin tener un patrón o una razón para esto, se desplazaban por la superficie del suelo o se transformaban en rostros totalmente nuevos, en un continuo movimiento.
La noticia de este hecho paranormal, corrió como la pólvora y multitud de curiosos se acercaron hasta la humilde vivienda de María para ver las caras. Los medios de comunicación adoptaron posturas opuestas, unos defendían el escalofriante hecho como autentico, mientras que otros lo catalogaban como un fraude e intentaban llegar a una explicación lógica.
Debido a la repercusión mediática alrededor de los misteriosos rostros de Bélmez, algunos famosos expertos del mundo de la parapsicología empezaron a llegar, personajes de la talla de Germán de Argumosa o Hans Bender, coincidiendo en catalogar los fenómenos de Bélmez como un gran misterio al cual no se le ha podido dar respuesta; incluso este último publicó unas líneas sobre el caso en una revista de parapsicología, avalando la hipótesis paranormal.
Ante los acontecimientos y la falta de explicación, el alcalde de Bélmez, ordenó abrir un hoyo de 2.80m para ver qué había debajo de los rostros, para sorpresa de todos, descubrieron un esqueleto cuyo análisis forense indicaba que fue un varón de pequeño tamaño que fue enterrado en el lugar allá por el siglo XII.
También descubrieron que el domicilio había sido construido sobre un antiguo cementerio. De ahí, explicaban, que también se oyeran voces, murmullos y sollozos en el lugar. Según los lugareños, la vivienda en el pasado había sido escenario de episodios muy poco comunes a lo largo de la historia.
Se contaba que hacia el siglo XV, había vivido en ella un inquisidor que realizó crueles sacrificios de mujeres y niños pequeños.
Después de estos descubrimientos, el pueblo cobró relevancia en la zona y comenzaron a llegar personas de todas partes con el único fin de presenciar con sus propios ojos aquel tétrico fenómeno.
A los seis meses de las apariciones, el periódico “El Ideal” hizo públicos los resultados de unos análisis demostrando que las caras habían sido pintadas con nitrato y cloruro de plata. Este método, fue usado en fotografía en los años cuarenta siendo muy eficaz, ya que los rostros podían aparecen al tiempo de haber sido pintados.
Más tarde fue realizado otro análisis a las caras por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el cual no se encontraron restos de las sustancias señaladas como componentes de las caras en el primer análisis. Cabe destacar que el CSIC advirtió que desconocía cuál había sido el proceso para recoger las muestras en el primer análisis, y que éstas fueron entregadas en un sobre de azúcar de cualquier cafetería, algo que hace dudar de la procedencia de las muestras, las cuales han servido para que muchos investigadores afirmen la falsedad de las caras.
María Gómez falleció en febrero de 2004; tras su muerte, el presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas (SEIP), investigó si habría más de esas extrañas pigmentaciones, que de acuerdo con su interpretación se trataba de teleplastias (manifestaciones o residuos de ectoplasma). Así surgieron las nuevas caras de Bélmez.
En 2014, el programa de televisión “Cuarto Milenio”, llevó a cabo un análisis técnico con el fin de descubrir el posible fraude; se contó con la presencia del notario José Javier Gracenea, doctor en ciencias químicas y Luis Alamancos, criminalista forense.
Gracenea, tras extraer las muestras pertinentes de una de las caras bajo permiso de los dueños, procedió a analizarlas y diagnosticó que las mismas, “no estaban hechas con pintura”, añadió que “según los conocimientos y las técnicas empleadas en la investigación, no aparece manipulación ni elementos externos”.
Por su parte Alamancos quien intentó reproducir las imágenes utilizando los métodos que muchos medios han dado por válidos durante años para tachar este fenómeno de fraude, fracaso concluyendo que, “la palabra que resume en su opinión es desconcierto absoluto”.