La muerte generalmente marca el final; después de este suceso, la mayor parte de la gente deposita los restos de sus seres amados en un cementerio, con el propósito de visitarlos y no olvidarlos con el paso del tiempo.
Si bien estos lugares son muy solitarios, ¿Qué debe sentirse ser el muerto más abandonado del mundo? Su nombre es Richard Leroy Mckinley y se encuentra enterrado en el cementerio militar de Arlington, en Virginia (Estados Unidos).
Su tumba se ubica en la sección 31 y pese a no ser diferente a cualquier otra, es tristemente conocida por ser la tumba más peligrosa del mundo; custodiada las 24 horas por 2 guardias armados, estos tienen la orden de disparar y poner fin a la vida de cualquier persona que intente acercarse a este lugar con una pala.
Richard Leroy Mckinley en vida era empleado en el SL-1, un reactor militar de energía nuclear experimental de baja potencia, ubicado en los Estados Unidos.
El 21 de diciembre de 1960, se apagó el reactor para proceder a su mantenimiento, calibración, instalación de instrumentos auxiliares e instalación de cables para controlar los niveles de flujo de neutrones en el núcleo del reactor. Tras un cierre de 11 días por vacaciones, el 3 de enero de 1961 Mckinley junto con John Byrnes, ambos especialistas militares y Mate Richard Legg, supervisor, se dispusieron a entrar a la parte superior del casco del reactor.
A las 9:01 p.m. el SL-1 entró en estado crítico, activando una alarma de advertencia y como resultado, la gran cantidad de calor generada provocó la súbita evaporación del agua en el núcleo, generado una onda de presión que golpeó la parte superior del casco donde se encontraba el personal trabajando; la violenta reacción empujó la barra de control y todo el casco del reactor hacia arriba, aplastando contra el techo y matando a todo el personal que se encontraban en esa área.
El primer equipo de bomberos, llegó nueve minutos después de que se activó la alarma, el edificio de control parecía normal, así que no advirtieron nada inusual; salvo por una pequeña columna de vapor que salía del edificio, cosa normal para los -5 °C que presentaba la noche.
Diecisiete minutos más tarde, llegaron un físico de seguridad y un bombero, provistos de tanques de oxígeno y máscaras, se pudieron acercar a las escaleras del edificio del reactor, para ese momento sus detectores presentaban una lectura de 25 roentgen por lo que decidieron retirarse del lugar ya que un ser humano cuando mucho, solo puede recibir alrededor de 2.2 roentgen por año.
Algunos minutos después y con el objetivo de subir la escalera del edificio, llegó un equipo de respuesta compuesto por físicos, traían consigo medidores de radiación capaces de medir hasta 500 roentgen/hr, y ropa de protección especializada, al llegar a la cima y con los medidores marcando el máximo de la escala, la radiación los obligo a retirarse.
Alrededor de las 10:30 p.m. llegó el supervisor del contratista encargado del funcionamiento del emplazamiento acompañado de otros físicos. Ambos entraron en el edificio del reactor y encontraron dos cuerpos mutilados: uno claramente muerto y el otro que se movía ligeramente.
Con un límite de un minuto por persona, se formó un equipo el cual entro al reactor, para recuperar al operador que aun respiraba, pero minutos más tarde este moriría a causa de sus heridas.
Por más que el equipo buscó no encontró al segundo hombre, en ese momento, la seguridad del equipo de rescate tomó prioridad, y los trabajos fueron ralentizados para protegerlos.
En la noche del 4 de enero un equipo de seis voluntarios utilizó un plan que suponía formar grupos de dos personas para recuperar el segundo cuerpo. El tercer hombre no fue descubierto durante varios días debido a que el incidente, había dejado en un mal estado la cúpula del reactor.
Para 9 de enero un equipo de ocho hombres en relevos de a dos, con un permiso de 65 segundos de exposición a la radiación, utilizaron una red y una grúa para recuperar el cuerpo de Mckinley que se encontraba clavado en el techo del mismo reactor.
Su cuerpo absorbió y emite tal cantidad de radiación que tuvo que ser forrado con nylon especial y sellado al vacío dentro de un sarcófago hecho de plomo, este a su vez envuelto con varias capas de algodón y plástico, todo guardado dentro de dos bóvedas, una dentro de la otra enterradas y reforzando el suelo con una capa metálica de 30 centímetros de grosor.
¿Te atreverías y serías capaz de intentar exhumar a este sujeto?