Corría el año de 1618 y en la ciudad de Córdoba, Veracruz, habitaba una hermosa mujer llamada Soledad, su belleza causaba que muchos de los hombres de aquella ciudad la pretendieran, pero a pesar de ser tan popular, nadie conocía a sus familiares ni de donde provenía.
Soledad era mulata, por sus venas corría sangre negra y española; desafortunadamente, en esos tiempos los mulatos no contaban con derechos y los segregaban a un estrato social bajo, no obstante, esta bella mujer parecía pertenecer a la clase alta ya que su vida transcurría entre la bondad de brindar limosna y ayudar a los más necesitados de la ciudad.
La Mulata, como todos le llamaban vivía sola y pocas veces se dejaba ver acompañada de por un indio de avanzada edad.
En los pueblos cercanos y en la ciudad, se rumoraba que Soledad era muy buena para curar por medio de hierbas y rituales, también se decía que podía predecir eclipses, conjurar tormentas, temblores y provocar enfermedades.
Las mujeres, con envidia aseguraban que la Mulata vivía sola porque tenía como amante al Diablo, ya que por las noches en su casa se podía percibir un fuerte olor de azufre y se veían misteriosas luces acompañadas de lenguas de fuego, asimismo, la gente aseguraba que la veían volar sobre una escoba, con su bello rostro y una risa macabra que contrastaba con la oscuridad de la noche por sus dientes aperlados.
Contaban que poseía el poder de manipular la mente de hombres y hacer que estos cayeran rendidos ante ella, siendo capaces de perder la vida en el intento de casarse con ella.
Todo esto hacía que “la Mulata de Córdoba,” como todos la conocían, fuera señalada por practicar la brujería e incluso pregonaban que tenía un pacto con el diablo.
Un día llego a Córdoba desde la Ciudad de México una mujer para denunciar a la Mulata, afirmando que su marido pretendía a esta hermosa mujer, ya que muchas personas afirmaban que era posible verla al mismo tiempo en ambas ciudades, así poseyendo la capacidad sobrenatural de estar en varios lugares simultáneamente.
No había dudas de que la Mulata de Córdoba conocía los vericuetos de las antiguas enseñanzas de la magia, al grado que atrajo la atención del Santo Oficio de la Inquisición, quienes no tardaron en abrir un proceso en contra de la señalada. En él se le acusaba de practicar la magia negra, de invocar a los poderes de las tinieblas, de tener comercio carnal con Satanás y de burlarse de la religión.
La Mulata fue detenida y enviada a la cárcel del fuerte de San Juan de Ulúa, en el puerto de Veracruz, se le sometió a un juicio, donde muchos de los testigos que levantaron graves acusaciones, habían sido anteriormente clientes de esta mujer. Fue encontrada culpable de brujería y condenada a la ejecución pública por el poder civil.
Días antes de la fecha fijada para la ejecución, se desató una intensa tormenta sobre la ciudad, las calles se hallaban bajo el agua, entonces la Mulata le solicitó a su celador que le consiguiera un trozo de carbón, este hombre seducido por su belleza, le llevó lo que pedía.
Se dice que la Mulata dibujó con el carbón en los muros de la celda un barco con grandes velas desplegadas al viento, y dando un salto ante la atónita mirada del guardia, subió a la nave y desapareció.
Al día siguiente encontraron al guardia al borde de la locura, aferrado a las rejas del calabozo vacío y a Soledad nadie la volvió a ver.
Personas del pueblo aseguraban que ese día en medio del diluvio, pudieron ver a lo lejos la silueta de un siniestro barco con rumbo a mar abierto, algo que les pareció extraño, ya que el puerto se encontraba cerrado debido a la tormenta.