Hoy, te contamos sobre un fantasma que sigue visitando uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires.
Cuenta la leyenda que una noche calurosa de verano, un grupo de amigos se juntó en un bar y pasadas las doce, llegó una asombrosa mujer vestida de blanco que sólo con su presencia captó la atención de todos los presentes.
Uno de ellos no podía dejar de mirarla. Era sencillamente increíble, parecía un ángel caído del cielo por su belleza sobrenatural. La observó de pies a cabeza para recordar siempre ese nivel de perfección… su cabello, su cara, su mirada… era simplemente lo mejor que había visto en toda su vida.
Pasados unos minutos, la mujer le sonríe y lo invita a sentarse junto a ella. Él, incrédulo, se acerca y comienzan a conversar. Hablaron de todo… el misterio y la gracia con la que ella se desenvolvía lo tenían totalmente enamorado.
Las horas pasaron y la charla siguió hasta que la mujer le explicó que debía regresar a su hogar. Como buen caballero, salió con ella del lugar y le ofreció su abrigo para protegerla del frío.
Caminaron de la mano por un tiempo, y cuando llegaron a la esquina del cementerio de la Recoleta, la chica se despidió y comenzó a correr desenfrenada en dirección al umbral donde descansan los muertos.
El jóven, desconcertado, intentó buscarla, pero la perdió de vista casi de inmediato. Comenzó a subir las escaleras de mármol del portal, y se dio cuenta que estaba frente a un portón cerrado con cemento. Se preguntó ¿Cómo podía ser que haya desaparecido, entre las tumbas? ¿Cómo nadie la había visto?
Necesitaba encontrar una respuesta, necesitaba volver a verla. Entonces se quedó cerca del cementerio y cuando abrió las puertas al público, le preguntó al guarda sobre esta misteriosa muchacha que le había robado el corazón.
Por la expresión en la cara de aquel hombre, se notaba que no era la primera vez que escuchaba esta historia. Para saber si se trataba de la misma persona, la describió. Fue igual a como el jóven la recordaba de la noche anterior.
Entonces, pensando que se trataba de una broma, el guarda lo guió hasta una tumba y le contó su trágica historia.
La cara del joven se desdibujó cuando vió la lápida con el nombre de la muchacha fallecida, y una foto idéntica a la mujer que se había encontrado en el bar. A los pies de la tumba, estaba su abrigo, el mismo que le había dado para resguardarla del frío de la madrugada.
En 1910, el reconocido escritor Enrique García Velloso tuvo una hija quien llamó Luz María. La pequeña heredera fue creciendo hasta convertirse en una mujer hermosa y bondadosa, rodeada siempre por pretendientes que admiraban su belleza.
Todo era alegría y felicidad en su vida, hasta el día en el que el médico se comunicó con ella y su familia para darles la peor noticia: ella tenía leucemia, y no había nada que pudieran hacer para salvarla del calvario en el que se convertirían sus días.
En muy poco tiempo, su luz se apagó. Débil y con un último susurro, se despidió de su familia que la había amado tanto, pasando a mejor vida. Su madre estaba devastada. Sólo podía sentir dolor, y para honrarla diseñó la tumba de su hija y construyó un misterioso umbral junto al sepulcro, donde pasó noches enteras llorando por la pérdida de la joven. El mismo nombre que se encontraba en la lápida.
Aún hoy, muchos siguen hablando de esta mujer. La bella jóven conocida como la dama de blanco de recoleta. Aparece en cualquier lado… bares, fiestas, y reuniones. Aparece con su rostro hipnotizante y su mirada observadora, lista para invitarte a sonreírle.
Aparece… y cambia tu vida para siempre.