Estás yendo al cementerio a visitar a un ser querido fallecido y al momento en el que llegas al lugar te das cuenta de que la tumba en donde se encontraba aquella persona ha sido profanada y no hay más que tierra, polvo, suciedad y vacío.
La duda y el terror había llegado a los oídos de cada uno de los pobladores de la ciudad de Nizhny Novgorod, Rusia, alguien robaba cadáveres y tal hecho al ser escuchado por algunos de los medios de prensa, los llevo a preguntarle a un historiador local que contaba con la fama de ser el “experto en cementerios” sobre los sucesos, a lo que respondió indignado que esperaba que atraparan responsable.
Al pasar los mese, la policía no daba con el autor de tales atrocidades, pero contaban con descripciones que proporcionaron algunas de las personas cercanas al lugar, afirmaban que una persona de contextura delgada dejaba un auto marrón afuera del cementerio municipal e ingresaba al mismo de madrugada. Cuando se acercaban a ver qué pasaba, la persona encapuchada desaparecía.
Los hechos dejaron perpleja a toda la ciudad y los detectives que no tenían nada que perder, optaron por centrar su atención sobre el mismo historiador, a quién habían recurrido. Anatoly Moskvin de 45 años ahora era el principal sospechoso en un caso de profanación de tumbas y robo de cadáveres.
El seguimiento que dio la policía a Moskvin en 2011, les indicó su paradero por las noches donde realizaba la profanación de tumbas y esto no es todo, sino que llevaba los cadáveres a su casa. El historiador fue detenido vagando a altas horas de la noche en un cementerio mientras portaba una bolsa repleta de huesos, lo que afirmó su culpabilidad, posteriormente los detectives al ingresar a casa del experto, descubrieron los cuerpos robados.
El experto, en uno de sus artículos reveló, su interés por los muertos. Relató que cuando tenía doce años, pasó frente a un cortejo fúnebre en donde los participantes lo obligaron a besar el rostro de una niña de once años muerta. Agregó que más adelante se apasionó por lo oculto.
Un video de la Policía, que muestra el interior del departamento de este experto en cementerios ofreció una visión siniestra, aparentemente, su pasión por los muertos lo llevó a un límite totalmente inesperado y mucho más oscuro. No solo dejaba los cuerpos en su casa, aparentemente, el plan era empezar con la fabricación de una serie de muñecas hechas con restos humanos, vestidos con ropas y chales brillantes, algunos con las manos y rostros aparentemente envueltos en paños.
La Policía indicó que eran restos momificados y que el hombre sólo había elegido cadáveres de mujeres jóvenes para su macabra colección. 44 cuerpos de niñas de entre 3 y 12 años fueron las ‘victimas’ que admitió haber tenido entre sus filas y un total de 150 tumbas fueron profanadas por él.
Una vez arrestado Moskvin, se le dispuso un juicio en la corte rusa frente a todos los familiares de las personas que este había agarrado como ‘compañeros’ en su hogar y es aquí en donde los mismos sintieron el verdadero terror ya que en vez de estar arrepentido de sus actos, Moskvin se sintió feliz de lo que había realizado.
Entre sus declaraciones más terroríficas, este no veía los cuerpos que profanaba con algún tipo de atracción sexual , sino miraba estas como si fuesen sus hijas a las que les cantaba canciones, miraba con ellas dibujos animados y hasta les festejaba los cumpleaños, tratándolas como si fueran unas muñecas con algo de vida en su interior, también comentó qué se llevaba estos cuerpos a su casa, confirmando que “tenía la manera de devolverlos a la vida usando el poder de la ciencia y la magia”, su última declaración en la corte a todos los presentes fue “Ustedes abandonaron a sus niñas en el frío, yo las llevé a mi casa y les di cobijo”, dándole motivo suficiente al juez para declarar al señor Moskvin con esquizofrenia, siendo inimputable y enviándolo a una clínica psiquiátrica.
Actualmente, el miedo sigue latente entre los habitantes de Nizhny Novgorod ya que el centro de rehabilitación mental en el que se encuentra internado Moskvin, sigue debatiendo la decisión de mantenerlo tras sus muros o enviarlo a su casa para seguir el tratamiento.