Muchas personas creen en la vida después de la muerte, en la existencia del cielo, un lugar a dónde vas si tu vida ha sido de abnegación y el infierno, un lugar donde recibes castigo por los pecados cometidos.
Clifford Hoyt salió de su casa una mañana del 05 de diciembre del año de 1999, sin saber que sufriría un accidente automovilístico en la carretera Maple Grove y con esto empezaría una vida de pesadillas.
El choque fue desastroso, Clifford se salvó de milagro ya que, su fuerza de voluntad, le permitió mover su cuerpo gravemente herido fuera de los restos incendiados de su automóvil, donde colapsaría y poco después caería en coma. Minutos más tarde y para su suerte, una persona que pasaba por el lugar, encontró la horrible escena y de inmediato llamó al 911.
Ya en el hospital, se descubrió que Clifford no solo había entrado a un cuadro de coma, sino que también tenía varias fracturas, hemorragias internas y demás magulladuras. Su recuperación fue muy lenta. Lo que los doctores no se imaginaban era que el hombre no solo luchaba por aquellas desgracias físicas que le había dejado el accidente, sino que algo más oscuro ocurría en su interior.
Una noche, dentro del hospital, se empezaron a escuchar gritos de desesperación, acompañado de golpes a la pared y sonidos sumamente angustiantes. Cuando el personal de enfermería entró en la habitación de Clifford, encontraron al hombre aterrado y completamente desquiciado. Por un momento pensaron que hasta los ojos se le iban a salir, por lo que tuvieron que agarrarlo entre varias personas para aplicarle un calmante.
Entre los llantos y sollozos, este hombre explicaba que había estado en el infierno durante todo ese tiempo. Las torturas que experimentó en aquel lugar eran inimaginables. Contó que en dicho lugar había brazos que lo perseguían. Todo olía a azufre, estaba lleno de fuego y lamentos. Su discurso era tan coherente, tan creíble, que era poco probable que todo lo que dijo haber vivido, fuera producto de alucinaciones por los medicamentos.
Clifford se recuperó y a pesar de que le dijeron que necesitaba consejería psicológica, él la rechazó. Semanas después, tras haber regresado a su departamento alquilado, los vecinos se quejaron con el dueño del edificio ya que este hombre tocaba música a muy altas horas de la noche. El casero, tras las quejas, se dirigió hacia el departamento y al no recibir ninguna respuesta a sus incesantes golpes a la puerta, decidió entrar con su llave maestra.
Al entrar, jamás imagino lo que encontraría en aquel lugar. Clifford se encontraba en el piso, abrazando un enorme bloque de hielo, la sala parecía una pocilga, llena de excremento y fluidos. El propietario tomó fotografías del lugar para entregarlas como evidencia a la policía.
Clifford decía que era consciente de todo lo que estaba haciendo; la música la tocaba para que los demonios del infierno no se lo llevaran otra vez, decía que solo así los podía mantener alejados. El bloque de hielo era porque no soportaba el calor que hacía en aquel lugar.
Luego de eso, su familia se vio obligada a internarlo en un centro psiquiátrico de Maryland. Los médicos aseguraban que su comportamiento se debía al daño cerebral que sufrió en el accidente..
Clifford Hoyt fue analizado por varios terapeutas, en diferentes momentos, si bien uno de los psiquiatras afirmó haber visto algo de seriedad en sus ojos, los otros llegaron a la conclusión de que el daño cerebral que había producido en el hombre el accidente automovilístico claramente había afectado la percepción de la realidad de este individuo.
Por eso mismo, la junta médica determinó que lo recluirían a la institución mental de Maryland. El primer profesional médico sin estar de acuerdo con la conclusión de la junta médica, dijo haber hecho varias rondas por la habitación de Clifford; a este no se le permitió ninguna visita, pero al quedarse escuchando, en la habitación contigua, el profesional oyó una risa, una mezcla entre una carcajada y un gruñido que ningún hombre sería capaz de replicar. Al abrir la puerta, Clifford se encontraba solo, todavía aferrándose a otra barra de hielo que le habían dado.
Clifford Hoyt, al día de hoy, está convencido de que los demonios aún lo persiguen para llevarlo de regreso al lugar de donde presuntamente escapó.